Una gran enseñanza obligada por una diminuta cosa invisible. (A propósito del Covid19)
Y
de pronto,
con
la misma velocidad con la que caen las sombras
a
medida que el sol declina,
algo
invisible ante nuestros ojos
por
su diminuto tamaño
había
convertido en inservible
a
grandes estructuras diseñadas
para
la distracción humana,
sí,
había golpeado el turismo
local
e internacional,
la
soledad del hogar en horas de trabajo
se
había mudado a las calles.
Cuando
se podía salir,
se
percibían los pasos del tiempo
corriendo
a la velocidad acostumbrada
y
los espacios se habían ampliado
para
ser cedidos al reino animal.
No
solo se trataba de la economía
y
otras áreas de interés macro
había
golpeado el afecto
haciendo
añicos sus maneras de demostrarlo.
Un
abrazo podría ser de terror
y
un beso mortal,
los
saludos se hicieron secos, fríos, vacíos…
pero
el hombre, que como el llanero
es
del tamaño del compromiso al que se enfrenta,
busca
maneras de dar alivio a la economía
a
través del uso de la tecnología
y
a la cultura, gracias a la lectura
en
tiempos de encierro.
el
lugar que dejaban las demostraciones de cariño
ahora
lo ocupaba la fe,
y
las conversaciones entre amigos
eran
reemplazadas por oraciones.
Esa
cosa invisible nos golpeaba desde fuera
y
nos fortalecíamos desde adentro
allí,
donde nacen los sentimientos, las emociones
también
nace la razón
y
surgen planes para la subsistencia
física
y emocional.
Estamos
entonces, ante
la
verdadera oportunidad de cambiar al mundo,
impulsando
la individualidad de los cambios
con
objetivos comunes como norte.
Cuando
el cautiverio colectivo termine
dando
paso a ese nuevo ser humano
saldremos
a construir el planeta
que
las siguientes generaciones merecen,
habremos
sido obligados a limpiar la tierra,
su
mundo, y tendremos la gran responsabilidad de mantenerlo,
de
actuar con conciencia y sentido común.
¿Y
tú?, ya sabes lo que harás
cuando
se abran las puertas hacia la esperanza,
hacia
el trabajo basado en valores y virtudes?
Gracias
por llegar a esta línea…
C.R.3.
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