Esos momentos, esas personas, esos recuerdos, ese sentimiento.
Esos momentos, esas personas, esos recuerdos, ese sentimiento.
Ese momento en que necesitabas ayuda de esa persona y no has terminado de marcarle cuando la tienes frente a ti.
Ese momento en el que alcanzas una meta y tu familia no puede nada más que felicitarte y te sorprende esa persona con una fiesta en su casa y con toda tu familia.
Ese momento en que llega tu cumpleaños no tienes ni ánimos para celebrarlo y llega esa persona con la torta en la mano, un beso y abrazo en el alma.
Ese momento en que tu salud está en peligro y esa persona firma responsabilizándose por lo que pueda ocurrirte para trasladarte de ese a centro de salud a otro salvándote así la vida.
Ese momento en que necesitabas pagar algo y cuando ibas a pedir prorroga te enteras que la deuda fue saldada por esa persona.
Ese momento en que estabas en cama sin poder levantarte y llega un taxi con las medicinas que te mandó esa persona.
La vida me ha dado la dicha de estar involucrado en esos momentos como quien da o recibe el apoyo y le agradezco infinitamente a Dios por ello porque momentos y personas como esas definen la amistad mejor que cualquier párrafo.
Esa amistad con quienes en momentos de enfermedad te visitaron todas las noches para hacerte reir y no se conformaron con una visita de cortesía o por compromiso, esos que te cargaban y te montaban al carro para llevarte a un autocine de la única manera en que podías haber ido.
Esa amistad con el pana que te llenaba el bolso de piedras y que debías cargarlo en la universidad en medio de un gentío y someterte al chalequeo de todos, ese pana que escondía algo en tu bolso y te chalequeaba frente al dueño o encargado del negocio en una Venezuela en la que, por lo arraigado que estaban los valores, el dueño del negocio entendía que era un juego y no un robo (esa Venezuela existió, créanmelo).
Esa amistad con esa persona con la que te reunías todas las tardes y hasta después de que el calendario perdiera una hoja más a hablar, reir, llorar, soñar, analizar, reflexionar y que nunca se cansaban de hacerlo.
Esa amistad con esa persona que religiosamente al salir de clases todos los días iba a tu casa a llevarte los apuntes y a explicarte los temas vistos porque estabas enfermo.
Esa amistad con esos panas con quienes recorriste la geografía del estado acumulando simpáticas anécdotas y otras no tan simpáticas pero siempre estaban unidos.
A esa amistad es a la que quiero rendirle tributo en este escrito, a ese sentimiento sublime que nace entre niños, crece entre jóvenes y perdura hasta el final de la vida misma.
A ustedes, mis queridísimos amigos, los quiero, los recuerdo y recordaré por allá dentro de unos años donde probablemente un bastón sostendrá mi cuerpo y estos recuerdos mi alma.
C.R.3
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